Los suelos superficiales se presentan normalmente en tres capas distintas (Figura 1):
figura 1 – Perfil de suelos
a) Horizonte A – Capa superficial, normalmente provista de vegetación y microorganismos, con presencia de materia orgánica que puede perturbar, frecuentemente, la hidratación del cemento;
b) Horizonte B – Zona de transición donde comúnmente se depositan varias sustancias solubles, existentes en el Horizonte A, que son transportadas por el agua de las lluvias, tanto más profundamente cuanto más permeable fuese el suelo.
c) Horizonte C – Capa subyacente, constituida por suelo sin contaminación o exceso de alteración.
Los métodos de dosificación permiten fijar la cantidad de cemento adecuada para la estabilización de suelos, que pertenecen a los horizontes A y B. Cuando se ejecute suelo – cemento con material propio del sitio o de cortes adyacentes, los constructores deben estar atentos a eventuales modificaciones en las características de suelos de un mismo tramo, conforme a la posición de las capas superiores.
El aprovechamiento de materiales de cortes adyacentes a la pista, o más raramente, el material propio de subrasante, sólo se justifica cuando hay gran uniformidad de suelos a lo largo de todo el tramo a estabilizar.
La variabilidad de tipos de suelos que se encuentran en extensión relativamente pequeña, reclama cuidados especiales de control tecnológico y de ejecución, sobretodo en cuanto a una criteriosa identificación de los materiales.
Con los recursos actuales de equipos de excavación y transporte, el suelo – cemento es hoy ejecutado, en la mayoría de las veces, con yacimientos de suelos, en vez de usar los suelos del lecho a pavimentar – no siempre factibles, recomendados o económicos en términos de consumo de cemento y facilidad de construcción.
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